Ella no es perfeccionista. Pero estimula a caminar serena y razonablemente hacia la perfección. Por eso, cuando un perfeccionista se enfrenta a nuestra protagonista puede sentirse inquieto. Quizá tienda, de entrada, a desconcertarse ante las demandas y las críticas que recibe. Si la paciencia lo sostiene, pronto acabará lleno de entusiasmo en la lucha por seguir los sugestivos dictados de la mirada de Mona Lissa. Así se deduce de numerosos comentarios y citas que se reparten a lo largo de las páginas de este libro. Ya nos comentarán ustedes.