Anorexia y perfeccionismo

Janet Treasure, profesora de psiquiatría en el King`s College de Londres, se mantiene en su línea investigadora camino de comprender, desde la genética a la clínica, los Trastornos de la conducta alimentaria (TCA). Dice: “Cuando me formaba en la Fundación Maudsley, había chicas anoréxicas a las que se las trataba poco menos que como si fuesen máquinas con algún tipo de mal funcionamiento. Se había investigado muy poco sobre los trastornos alimenticios y las causas eran todo un misterio para l a mayoría de los psiquiatras. Los servicios sanitarios carecían de tratamiento específicos y éstos se tomaban prestados de otras áreas de la psiquiatría aunque se adaptaban para encajar con las particularidades de las pacientes. Lo que se consiguió fue un acercamiento comodín que ocultó gravemente las verdaderas e increíblemente complejas causas de la anorexia y la bulimia.

Diez años más tarde, trabajando en el Consejo Médico de Investigación, me vi fascinada por la idea de que determinados mecanismos cerebrales podrían contribuir a un entendimiento biológico de los trastornos alimentarios.

Veinte años después, hemos observado un gran cambio tecnológico que nos ayuda a comprender la enfermedad. La posiblidad de descrifrar la secuencia del genoma humano nos ha ayudado a examinar muestras suficientemente grandes de la enfermedad y a observar que el ADN de las afectadas tiene factores de riesgo comunes.

Tanto yo como otros investigadores hemos trabajado mucho para observar estos procesos y, hasta ahora, los estudios nos han hecho llegar a conclusiones muy interesantes que hemos sido capaces de adaptar a programas de tratamiento. Hemos descubierto, por ejemplo, que las chicas con trastornos alimenticios tienen dificultades para cambiar las propias reglas del juego en el que están sumidas, una vez que su cerebro automatiza determinados comportamientos. También sabemos que ven el mundo como si la cámara enfocase un primer plano.

Hemos descubierto que esta deformación en la forma en que se procesa la información, tiene un gran parecido con el espectro autista, e incluso ha sido descrito como la versión femenina del síndrome de Asperger. Los rasgos pueden hacerse presentes durante la niñez, por ejemplo, a través de trastornos obsesivos compulsivos, y ,a menudo, pueden indicar una cierta tendencia al desarrollo de un trastorno alimenticio que se desatará durante la adolescencia.” (Diario Médico, septiembre 2007)

Lo que resulta llamativo y fascinante es la apreciación desde la Medicina Psicosomática de que la clínica corrobora esa correlación genética-psiconeurología-conducta. Y así, desde el conocimiento, valoración y aplicación clínica de los rasgos y condicionamientos.

Estudios familiares
Estas dificultades para cambiar las reglas del juego no son más que una incapacidad para modificar determinadas actitudes o comportamientos de su vida cotidiana, provocando inflexibilidad cognoscitiva y un acercamiento demasiado rígido a la resolución de problemas. Aparece así, un comportamiento excesivamente estereotipado, en el que un cambio de planes a última hora es imposible de lidiar. Esta característica se observa en las pacientes, una vez recuperadas, y en las hermanas sanas de pacientes anoréxicas, lo que indica que este rasgo implica inflexibilidad cognitiva subyacente de los trastornos alimenticios y por lo tanto, un objetivo para posibles tratamientos.
Las pacientes anoréxicas también pueden presentar una débil coherencia central, es decir, tendencia hacia el procesamiento local de información en lugar de valorarla dentro de un contexto más amplio, como ocurre con las personas que presentan trastornos del espectro autista o síndrome de Asperger.
¿Cómo se puede hacer terapia en estos casos? El nuevo modelo de la Fundación Maudsley, se ha instaurado como el mejor, ya que incluye intervenciones que se enfocan hacia rasgos como el perfeccionismo o la rigidez. Es necesario examinar también a otros miembros de la familia, para hacer comparaciones con las características de distintas generaciones que nos permitan una mejor comprensión de los factores ambientales y genéticos y de cómo actúan recíprocamente.
Debe incluirse a los chicos en este tipo de estudios, porque aunque estén más protegidos por los factores culturales, conocer las funciones cerebrales de los casos masculinos puede ayudarnos a mejorar nuestra comprensión de la enfermedad.
Por supuesto, y para finalizar, no podemos olvidar el trabajo sobre los indicadores sociales y culturales que rodean a estos pacientes, ya que actúan como disparadores de los trastornos alimenticios.

Y todo esto es lo que se recoge, prácticamente al pié de la letra, en el Trastorno de Personalidad Anancástico (CIE-10, F 64) descrito por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Así pues, los rasgos de:
– Perfeccionismo y minuciosidad
– Hiperresponsabilidad
– Tendencia al control y la previsión
– Sentido exacerbado de la justicia
– Hiperexigencia consigo y con los demás
– Exagerada atención al qué dirán o pensarán los demás respecto a uno mismo
– Radicalidad, casi todo es blanco o negro, hay pocos grises en la vida
– Anticipación ideativa con tendencia a la negatividad.
– Fácil frustración, vivenciando antes lo que falta por hacer que lo ya hecho
se dan en la mayoría de los casos de chicas que presentan anorexia mental.

El libro “El Síndrome del Perfeccionista. El Anancástico” de Manuel Álvarez Romero y Domingo García Villamisar (edic. Almuzara, 2007), que ya está disponible en librerías, es muy útil como recurso terapéutico para los profesiones de la salud y los pacientes afectados por los TCA. De hecho, uno de sus capítulos trata, específicamente, la sicopatología, la valoración clínica y el tratamiento farmacológico-psicoterapéutico de estas patologías.

Manuel Álvarez Romero
17-X-2007